6/2/09

Integración

Por la mañana cerraste los ojos, no querías abrirlos, preferías quedarte encerrado en tu habitación. Te cubriste la cabeza con las sabanas y respiraste profundamente, cuando, a su vez, una leve presión en el pecho alteró tu pensamiento “¿Qué me ocurre?”
Es el tiempo en que todo sigue una misma ley, que te acostumbraste al contacto con otros que no son como tú, respetaste su comportamiento y hasta te comportaste igual. Pero al regreso te encontraste con que no eras tú. “¿Qué me ocurre?”
Te mirabas al espejo y veías doble, dos en uno, no sabías si reír o llorar. E intentar recuperarse, sonreír ante el desdoble, ser consciente de que te pierdes. Sientes miedo a perder aquello que querías, aquello que te costó tanto conseguir y deseaste un tiempo de soledad para poner las ideas en orden.
Por la mañana cerraste los ojos, no querías abrirlos, preferías quedarte solo y en silencio, no escuchar, no callar y no mirar alrededor, sólo el interior para saber que te decías, para dejar regresar a ese “Loco” que eras.
Te reencontraste con quien fuiste y empezaste a abrazarlo, poco a poco se producía la fusión pero sigue siendo lenta.
Pediste algo de silencio pero la cosa era complicada, tu mismo te recuperabas con lentitud a causa de continuar con “el día a día”. Y es que la sociedad intenta determinar y convertirte a placer y cuando eres frágil puede cazarte.
Sólo te queda coger tu fortaleza, esa espada que corta las cadenas que te atrapan. Sólo tú puedes conseguirlo, nadie lo hará por ti.
Por la mañana abriste los ojos, te miraste al espejo y te viste sólo a ti mismo, habías vuelto, habías aprendido durante el combate, eras libre.