21/4/09

Pequeña leyenda

Se sentó sobre la rama del viejo roble. Había pasado unas semanas en la ciudad y aquel mundo la había agotado.
-Duerme -dijo el arbol.
-Necesito pensar -respondió ella.
-Estás alterada, ya te dije que allí parecían todos tallados por un mismo patrón.
-¿Es necesario todo eso?¿Se necesita ser "superior" a alguien para que te quieran? -se cuestionó la joven.
-Necesitan ser queridos, al igual que todos, es algo natural -respondió el roble.
-¿A ti quién te quiere?
-Me quiere la ardilla que vive entre mis ramas, el ave que tiene aquí su nido, la lluvia que me baña, la hierba que me acompaña, la piedra que se acerca y los seres que me admiran -explicó.
-¿Eres feliz?
-Lo soy, por qué no aspiro a satisfacer unas aspiraciones, porque me gusta mi vida y gozo de ella, porque me alegra ser un roble.
La ninfa suspiró.
-¿A ti quien te quiere?¿Eres feliz? -preguntó el roble.
-Me quiere el bosque, también la lluvia...Me gusta ser quien soy, pero me agradaría saber más -respondió con suavidad-He entendido algo estas semanas, y me gustaría saber que hacer para cambiar y avanzar.
-A diario fluyes como el agua de ese río, todo cambia paso a paso, no siempre corren las mismas aguas ni tampoco nadan siempre los mismos peces, respira profundamente antes de desear -explicó el roble.
-Cierto...No quiero cambiar yo, quiero que ellos cambien, que valoren la sencillez y se amen a si mismos como también a otros, que no se maten entre ellos, que desaparezca el dolor de sus rostros, que la rabia no eche raices en su corazón y el odio crezca... -ella sollozó.
-No es responsabilidad tuya, eso depende de ellos.
-Me gustaría plantar una semilla de serenidazd en sus corazones, que la paz eche raices y la tranquilidad y el amor pueble sus rostros -deseó.
-¿Piensas volver con ellos? -preguntó el roble.
-No puedo -explicó-, me cortarían las alas y todo lo que conozco cambiaría, tengo que pensar en otra solución.
-Será mejor que duermas y descanses, no eres responsable de ellos, no es cosa tuya intentar cambiarles -insistió el roble.
-No te entiendo -replicó la ninfa.
-¿Y si les gusta ser así?¿Y si te cortan las alas y no puedes regresar?
-¿Y si lo intento?¿Y si encuentro el modo de regresar antes de que me pase algo malo? -ella suspiró- Debo responder esas preguntas, no quiero ser como ellos, pero mi corazón desea que se pueda volar alto, que todos puedan disfrutar de ello...
-Sólo te pido una cosa, que regreses al bosque lo consigas o no, prometemelo y cuidate -respondió el roble.
-Prometo que lo haré, volveré, gracias.
A continuación, ella desapareció

-¿Y que ocurrió con la ninfa? -preguntó el pequeño.
-Unos dicen que regresó sin conseguir su objetivo. Pero...ella no lo consiguió, según cuentan otros, y también se explica que ella sigue andando entre nosotros, preparada para sonreirnos y tendernos su mano.
-¿Como se llamaba? -preguntó otro pequeño.
-Su nombre se desconoce. Es más, eso de llamarla "ninfa" sólo es por darle un nombre, una denominación, creo que esa joven era sólo una soñadora que quería volar con sus alas de mariposa.
-¿Sabe, maestro? Me gustaría que esa chica lo consiguiera -dijo una de las pequeñas. El maestro rió con ternura.
-A mi también...
Todo es un ir y venir. Estamos creados para el cambio, pero este nos asusta hasta tal punto que deseariamos dar cincuenta pasos hacia atrás y nos sentimos atrapados. Queremos ser aquel infante que sonreía y gozaba con su primera pelota, al ver nevar, al descubrir que llueve o al ver como de una semilla crece una hermosa plantita a la que se puede cuidar con mucho cariño.
Tal y como crecemos aspiramos ha sorprender y destacar entre otros, nos gusta demostrar lo buenos que somos teniendo, de este modo, únicamente en cuenta la opinión de otros. Si somos buenos, admirables o bellos e inteligentes, no necesitamos demostrarlo para recibir alagos de otros, lo somos y es suficiente que nosotros lo sepamos para ser felices.
Cuando se aspira a algo y no se consigue, nos frustramos y entristecemos, nos nublamos, no recibimos reconocimiento externo y eso nos enfurruña. ¿Lo intentaste? Ahí esta, tu opinas que valía la pena intentarlo, dar el paso, no importa que no seas reconocido, ahí has estado y es por algo que dentro de ti gritaba que valía la pena, que no eres horrible, que eres único y admirable, tu lo sabes, ¿qué más necesitas?
La felicidad se encuentra en lo más simple y ordinario, en el balanceo de una hoja al caer del árbol, en el ir y venir de las olas, en el viento acariciandote el rostro, en una melodía, en una palabra, en una mirada...
Bueno es el descanso cuando la mente se siente repleta de cosas. La vida fluye, y nosotros insistimos en engancharnos a lo que tenemos y a correr en dirección al destino.
Respira, no se goza de llegar al destino, se goza del camino. La vida, el conocimiento, la sabidruia, son caminos, no son un destino, no son un punto y final. Se conoce mientras se anda, se vive cuando se anda, se es sabio cuando se anda, sólo hace falta parar un segundo a respirar, a vaciar la mente y a llorar para expulsar esa rabia interna que no nos permite gozar del silencio.
Fluir con el cambio, sin temerlo, sin pegarse al pasado. No hay que sentir culpa siempre, ¡liberate!
Algún día, se consigue extender las alas, abarcar las nubes y olvidar lo que la modernización y el retroceso social impone, sólo ser uno y disfrutar de ello, poder compartir con otros esa paz y serenidad y vivirla día a día.
Suena utópico, pero es real. Sólo sigue avanzando por el sendero, siempre sorprende.