7/8/08

Empezar de cero

Corría sin descanso, no podía pensar en nada, no deseaba pensar en nada. Mi calle se abrió paso ante mis ojos cansados, abrí la puerta del edificio y entré. Encontré la puerta de casa abierta, había llegado demasiado tarde.
Intenté no hacer mucho ruido, aunque mi corazón latía con fuerza, tenía miedo. Él estaba allí, tumbado en el sofá.
-Acércate, por favor. –me dijo.
-¡Papá! ¿Qué te han hecho?
El viejo sonrió.
-Nadie me ha hecho nada, te he llamado por qué quería verte por última vez.
-No puedes marcharte.
-Si puedo, hija mía. A todos nos llega el momento, algún día espero que entiendas que no hay que temer a la muerte, forma parte de la vida.
-No me dejes, aún me falta mucho por aprender, no tendré valor suficiente para seguir avanzando sin tu ayuda…
-Debes empezar a andar sola, debes conseguir el coraje suficiente para aprender. Líbrate de todo temor, el miedo nos ha hecho siempre cautelosos, pero a veces nuestro miedo es el peor enemigo, y debes aprender a controlarlo.
-Padre…Yo…
-Controla el miedo, y llega hasta tu interior, sabes que esos son los primeros pasos. No lo olvides.
El viejo seguía sonriendo con gran felicidad, su rostro estaba iluminado. Con su sonrisa, abrazó la muerte con ternura, con amor. El hombre sentía que su vida le había sido satisfactoria, no deseaba nada más, no pedía a gritos vivir más como si fuese un avaricioso que solo deseara tomar un sorbo de vida para no morir cuando le tocara.
La muchacha lloró, pero en el fondo de su ser, con la muerte de su padre, estaba a punto de nacer algo. Entendió que no podía seguir dependiendo de la gente, ahora era ella y debía encontrarse a si misma, pues al encontrarse, podría abarcar todo un mundo.